Los yacimientos de este combustible, cuya mayor parte está en el país del norte, podrían terminar con el monopolio de gas natural que hasta ahora ostentaban Rusia e Irán.
Un combustible capaz de abastecer la demanda energética de Estados Unidos durante 45 años es el protagonista de una verdadera revolución. Un nuevo tipo de gas natural, el gas de esquisto, se presenta hoy como la clave para disminuir su dependencia y ayudar a la transición hacia fuentes más verdes, una de las metas de la administración de Barack Obama.
Los yacimientos fueron descubiertos varios años atrás, pero sólo en 2008 se logró crear un sistema de extracción que fuera viable y rentable (ver recuadro). Gracias a la abundancia del gas de esquisto y a los rápidos resultados hoy se ven los primeros frutos, como la reducción del precio del gas a un tercio dentro del país.
"Ha cambiado el panorama energético de EE.UU. en forma significativa", sentencia Tom Kenworthy, del Center for American Progress, quien destaca que hasta ahora casi la mitad de la producción de energía se basaba en el carbón, el que ahora va en retirada.
Grandes reservas
El yacimiento más grande está localizado en el estado de Louisiana, y otros campos han sido hallados en Texas, Arkansas y Pensilvania, lo que ha aumentado las estimaciones de reservas energéticas a niveles impensados hace sólo cinco años.
Sin duda, este potencial es "una gran oportunidad económica para EE.UU.", tanto en términos de explotación y autoabastecimiento, como de generación de empleo, dice a "El Mercurio" Lauren Stuart, del Center for Energy Studies of Louisiana State University.
El impacto de la explotación del gas de esquisto no se limita a Estados Unidos. Algunos expertos sugieren que podría modificar el mapa energético a nivel mundial al bajar drásticamente la demanda de petróleo. Pero también impactará el mapa político, ya que acabará con el monopolio de gas natural, que hasta ahora controlaban Rusia e Irán, quitándoles la opción de recurrir a él como "palanca política". Hoy también se sabe de algunos depósitos en China, varios países europeos y Canadá, lo que democratizará el acceso a esta fuente.
El gas de esquisto tiene también fuertes detractores, que insisten en que se trata de un recurso agotable, que refuerza la presencia de los combustibles fósiles en momentos en que se intenta hacer la transición a las energías renovables.
Pero lo cierto es que el gas de esquisto es precisamente el factor que podría impulsar esa transición, con la que Obama se ha comprometido.
Según el analista de políticas energéticas Richard Caperton, este gas puede ser "complementario a los recursos renovables", e incluso actuar como "reserva", ya que energías "como la eólica o solar sólo proporcionan potencia en determinados momentos, por lo que se necesita otra fuente de energía para proporcionar electricidad cuando no están en funcionamiento", señaló a este diario.
Así, el esquisto se presenta como una alternativa fácil y de bajo impacto ambiental, ya que en comparación con otras fuentes como el carbón, produce un bajo nivel de CO {-2} y permite reducir el efecto invernadero.
Otra de las grandes trabas del gas de esquisto es que su extracción mediante la fracturación hidráulica puede liberar parte de los químicos que se inyectan en la roca a torrentes de agua subterráneos, contaminando grandes cantidades de agua que abastecen a poblaciones completas. También existe el riesgo de que los pozos liberen metano y que éste invada el aire y el agua, causando daños en plantas, animales y personas.
Por ello, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) inició una investigación profunda para determinar su efecto en el medio ambiente.
Pese a esto, el gobierno de Washington ha expresado su confianza en este fenómeno, aún incipiente pero con grandes proyecciones para el país.
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