¿Hasta dónde llegará Alemania para tratar de salvar el euro? .
Por VANESSA FUHRMANS y MATTHEW KARNITSCHNIG
BERLÍN—Cuando el sistema financiero español se tambaleaba la semana pasada, la Comisión Europea propuso la creación de una "unión bancaria" del continente para aliviar a las atribuladas instituciones españolas e impedir el contagio de los problemas. Alemania rechazó la propuesta en cuestión de minutos.
El martes, el ministro de Hacienda español, Cristóbal Montoro, exhortó a sus vecinos europeos a actuar con rapidez al indicar que los problemas de la banca han cerrado el acceso del país a los mercados de deuda.
Mientras Europa se hunde en una crisis económica y política, la supervivencia inmediata del euro parece depender, ahora más que nunca, de una sola pregunta: ¿Qué hará Alemania?
Durante casi tres años, la canciller Angela Merkel ha resistido la presión de Francia y otros países para proveer un salvavidas financiero más sólido para la zona euro. Alemania ha hecho lo mínimo necesario para mantener a flote a los países más vulnerables y exigido, a cambio, recortes draconianos del gasto fiscal. Ahora, cuando la pertenencia de Grecia en el bloque económico pende de un hilo, la banca española afronta graves problemas y se acumulan las preocupaciones sobre Italia, Alemania debe decidir si vale la pena arriesgar su propia prosperidad para salvar el euro.
"Alemania debería reflexionar rápida pero concienzudamente y poner manos a la obra", dijo la semana pasada Mario Monti.
Pocos alemanes, sin embargo, comparten el sentido de urgencia del primer ministro italiano. La tasa de desempleo roza su menor nivel en 20 años y sigue cayendo mientras la economía se expande pese a la crisis de deuda soberana. No son muchos los alemanes que consideren la crisis europea como una amenaza a su vida cotidiana.
La mitad de la población alemana cree que la moneda común ha sido más negativa que positiva para el país, un alza frente al 43% registrado en febrero, según una encuesta del canal público de televisión ZDF. Casi 80% se opone a las propuestas para que las naciones que comparten el euro vendan y garanticen bonos europeos. Una sólida mayoría es partidaria de que Grecia renuncie al euro.
Los detractores del enfoque alemán para abordar la crisis, entre los que figuran Francia e Italia, argumentan que reconstituir la confianza mediante la imposición de severas medidas de austeridad sobre Grecia y otros países ha empeorado la situación en lugar de aliviarla.
Esta semana, mientras se acumulan las malas noticias en la región, Merkel ha suavizado su postura, sugiriendo que las mayores instituciones financieras del continente queden bajo la supervisión directa de la Unión Europea. Sus comentarios se produjeron después de que otros funcionarios alemanes indicaran que podrían llegar a aceptar la emisión de bonos de la zona euro o medidas similares siempre y cuando otros gobiernos europeos accedan a transferir más poder a Europa.
Merkel no llegó al extremo de respaldar los planes más ambiciosos para salvaguardar el sistema financiero de la región ni aceptó que los bancos españoles estén autorizados a acceder al fondo de rescate de la zona euro. El gobierno alemán resalta que cualquier compromiso depende de que los miembros del bloque acepten controles fiscales más estrictos y centralizados, parte del llamado de la canciller por "más Europa, no menos Europa".
La integración fiscal y política más estrecha que eso implicaría son objetivos distantes que, en opinión de numerosos economistas y autoridades, jamás podrían llegar a cumplirse si Merkel no emprende medidas osadas pronto. "La élite alemana aún no ha aprendido a liderar. En realidad, no quiere ese (papel)", dice Wolfgang Ischinger, ex secretario de Asuntos Exteriores de Alemania y actual presidente de la junta de la Conferencia de Seguridad de Munich. "Liderar en una Europa democrática exige ser benevolente, ser generoso y regalar mucho dinero". La postura de Merkel, señala, refleja el sentimiento predominante entre los alemanes de que "ya hemos sido lo suficientemente generosos".
La confianza de los alemanes en sus prioridades económicas tiene su origen en la postguerra. El asombroso resurgimiento en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial –que los alemanes atribuyen a su Fleiss o colectivo, o trabajo duro— llevó a la amplia aceptación de la importancia de la estabilidad de los precios y la disciplina fiscal. Ese credo está detrás de políticas como el "pacto fiscal" recientemente propuesto por Merkel: un esfuerzo para imponer parámetros fiscales alemanes en toda la UE con un tratado que fijaría estrictos controles sobre los presupuestos nacionales. "No podemos sencillamente socializar la deuda europea", dijo Udo Vetter, socio y presidente de la junta asesora de la empresa Vetter Pharma GmbH. "Pero Alemania cuenta con una cultura de estabilidad fiscal que podría ser una receta de éxito para el resto de Europa".
En un reciente llamado para salvar el euro, el ex canciller Helmut Schmidt, que luchó en la guerra, instó a los alemanes a que no olvidaran su responsabilidad histórica. "Más de una vez, los alemanes hemos causado el sufrimiento de otros por nuestra posición de poder", dijo el político de 93 años. En una crítica a las exigencias de austeridad de Merkel a los países más débiles, advirtió que "quienquiera que no entienda esta original pero todavía relevante razón para la integración europea carece del requisito indispensable para resolver la precaria crisis actual".
Isabel Winzer, una estudiante de historia del arte de 26 años que se encontraba en la audiencia, reconoció que el discurso fue conmovedor pero que las razones históricas no la convencieron. Winzer, que llegó a trabajar para el partido Social Demócrata que Schmidt dirigió en su momento, dijo que el llamado no está a tono con una generación que se ha criado en una era de paz y prosperidad. "Para nosotros, el argumento de la paz no es tan importante", aseveró. "Nunca vivimos una guerra y no lo podemos ni siquiera imaginar".
La posibilidad de que Europa, y por lo tanto Alemania, pierda su influencia económica global si no se actúa en forma concertada, fue un argumento más convincente, manifestó, haciendo eco de una opinión más extendida en Alemania. Pero Ulrike Guérot, un alto miembro del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales en Berlín, opina que la lógica económica no es un lema persuasivo. "Seguimos ensayando con estos nuevos relatos para Europa, pero no pueden compararse con el poder motivador que tenían la guerra, el Holocausto y la amenaza del dominio soviético", observa.
Aleks Lessmann, director político de 44 años del recién creado Partido Pirata alemán, que ha tenido un buen desempeño electoral, señala que los líderes políticos de Alemania y Europa no han logrado sortear la crisis porque carecen de una gran visión. "Comprendía los objetivos del movimiento europeo en los años 40 y 50. Tuvimos muchas guerras. ¿Pero a dónde nos dirigimos ahora? ¿Cuáles son los objetivos a largo plazo?", se pregunta. "Nadie ha sido capaz de explicar eso a los europeos y sospecho que es porque no disponen de un plan maestro".
Allgemeine Zeitung, un influyente diario conservador capturó el sentimiento alemán en un editorial en portada. Los países que no aceptan la necesidad de austeridad, decía, "confundieron la zona euro con un paraíso donde la prosperidad llega sin trabajo duro de por medio". Esta retórica cae bien en casa, pero ha abierto la clase de fisuras con otros países que se suponía que la unión monetaria evitaría. Muchos europeos están frustrados con lo que perciben como la tendencia alemana a convertir la crisis en un discurso moralista sobre las virtudes de la frugalidad. "Parte del problema es que Alemania se comporta como si fuera el único país virtuoso del mundo, como si Alemania tuviera que pagar la cuenta del resto", dijo el primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker. "Eso es un insulto enorme para el resto de los países".
La crisis europea no parece quitarle el sueño a Alemania.
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